Lo que realmente me intriga es qué piensa, qué siente y qué quiere Enrique Peña Nieto a ocho días de dejar el poder
Seguramente así se titula la fotografía que subió hoy Enrique Peña Nieto a su cuenta de Instagram. En realidad, desconozco si a la hora en que usted esté haciéndome el favor de leer esta columna ya haya subido la de hoy. Lo deduzco porque algo similar escribió como pie de foto de sus publicaciones del lunes y martes pasados. Se trata de una serie de imágenes nostálgicas que ilustran la cuenta regresiva que hace el propio Presidente de los últimos 10 días de su mandato.
La del lunes muestra a Peña Nieto, mirando al horizonte, desde el balcón de un edificio en la Ciudad de México, acompañada de la leyenda “epn (bandera de México) 10 días…”. La del martes es una fotografía a contraluz del Presidente en su despacho de Los Pinos, de pie, leyendo un documento y dice “epn 9… (bandera de México)”.
No imagino cuál será la elegida de hoy de entre las decenas de miles de fotografías que, seguramente, le tomaron durante el sexenio, ni cuáles otras completarán la cuenta regresiva hasta el 30 de noviembre.
Lo que realmente me intriga es qué piensa, qué siente y qué quiere Enrique Peña Nieto a ocho días de dejar el poder. Tal vez esas fotos sean una muestra melancólica del hombre poderoso que está cerca de dejar de serlo o son una señal ansiosa de quien cuenta los minutos para que se acabe el mandato. Ambas son igual de válidas porque se trata de sentimientos en su fuero interno.
Sin embargo, Enrique Peña Nieto pudo haber terminado de mejor manera su sexenio, aún con la nostalgia o la ansiedad, y no siendo una figura decorativa del poder. Un florero, pues.
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