Tiene mucha más experiencia saltando de un partido político a otro que en asuntos de seguridad pública
Alejandro Cacho octubre 23, 2019
Desde su nombramiento como secretario de seguridad pública y seguridad ciudadana estaba claro que Alfonso Durazo Montañosería un fiasco. El desastroso operativo del jueves pasado en Culiacán sólo fue la confirmación pública.
Durazo tiene mucha más experiencia saltando de un partido político a otro que en asuntos de seguridad. Comenzó en el PRI y acarició las mieles del poder como secretario particular del fallido candidato presidencial, Luis Donando Colosio. Luego del magnicidio de Lomas Taurinas brincó al PAN, donde llegó a ser secretario particular del presidente Vicente Fox. Al terminar el gobierno foxista, en 2006, dio otro bandazo ideológico y se unió a la campaña presidencial de Andrés Manuel López Obrador.
AMLO le pagó su lealtad con un puesto en el gabinete por primera vez en su vida. El problema es que le dio la Secretaría de Seguridad Pública y Protección Ciudadana, puesto para el que claramente no tenía —ni tiene— experiencia alguna.
Peor aún cuando este gobierno heredó la que, hasta entonces, era la más grave situación de inseguridad en la historia del país. El problema es que, fuera de todo pronóstico en el gobierno, el trabajo de la 4T en materia de seguridad ha sido un desastre, un fracaso y ahora hasta un ridículo.
Durazo es insostenible, porque su incapacidad lo volvió impresentable. Como cabeza del gabinete de seguridad y creador de la Guardia Nacional, que no es otra cosa que militares con funciones de policías, no ha entendido que su éxito depende de una excelente coordinación y relación con los secretarios de la Defensa Nacional y de Marina. Sus yerros y el ridículo por el operativo fallido en Culiacán los tienen al borde del rompimiento.
Además, Durazo se volvió un elemento nocivo en la inevitable relación con funcionarios antidrogas y de seguridad de Estados Unidos. Haber liberado a Ovidio Guzmán López lo convirtió en un hombre poco confiable, débil. Un estorbo, pues. En el ámbito interno, los números sólo refuerzan que la gestión de Durazo ha sido un fracaso. Él y el Presidente prometieron que en seis meses bajarían los índices delictivos. El plazo ya se cumplió y los números muestran exactamente lo contrario.
López Obrador ha repetido que uno de los principios de la 4T es no mentir, pero Durazo lo olvidó. Mintió cuando intentó maquillar el fiasco del operativo en Culiacán y sigue ocultando muchos detalles fundamentales para entender qué fue lo que pasó.
Por si fuera poco, sigue guardando silencio ante las evidencias reveladas en redes sociales de que su hijo, Alfonso Durazo Chávez, fue compañero de escuela de Ovidio Guzmán López. Hasta este momento no lo ha desmentido y podría ser una coincidencia sin importancia, pero ante la sospechosa casualidad urge una explicación.
Lo que ya aclaró AMLO es que el gobernador de Sinaloa, Quirino Ordaz no tuvo responsabilidad alguna en el operativo.
POR ALEJANDRO CACHO
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