El viejo y famoso refrán que otorga cien años de perdón a aquel ladrón que robe a otro ladrón parece resumir la respuesta del presidente Andrés Manuel López Obrador a las graves y escandalosas denuncias que motivaron la renuncia de Jaime Cárdenas como director del Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado.
El trato que dió López Obrador a Jaime Cárdenas tras su renuncia fue inusualmente rudo. Ingrato, incluso, para alguien que siempre ha apoyado la causa lopezobradorista como legislador, consejero electoral o académico.
Los motivos de la renuncia de Cárdenas suenan devastadores para quien hizo de la lucha contra la corrupción la razón de ser de su gobierno. Describió al Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado, creado por capricho presidencial, como la Cueva de Alíbabá y los cuarenta ladrones. Revela que se cometieron probables irregularidades administrativas, procedimientos de valuación que no garantizan el mayor beneficio para el Estado, “mutilación” de joyas, contratos favorables a las empresas, subastas amañadas y conductas de servidores públicos contrarias a las normas, entre otras. O sea, ¡un cochinero!
En esta ocasión, López Obrador no puede echarle la culpa a Calderón, Peña Nieto o nadie más. El Idep fue su idea y nunca se insinuó, denunció o demostró corrupción del pasado en su antecesor, el Sistema de Administración Enajenación de Bienes, SAE.
López Obrador no se indignó, ni ordenó una investigación inmediata, implacable y a fondo sobre las irregularidades en el Idep. Prefirió arremeter contra Jaime Cárdenas, quien, en su opinión, renunció por miedo y falta de ganas para combatir la corrupción. A aquél que lo defendió con inteligencia y vehemencia desde el Consejo General del IFE, hoy le faltaron ganas, convicciones y arrojo, afirmó.
El Presidente prefirió avasallar a su vejo aliado antes que admitir que una creación suya es corrupta y le roba al pueblo lo que debería devolverle. Al mismo tiempo, los responsables de combatir la corrupción y garantizar la transparencia y honradez en la 4T guardan silencio. Callan como momias.
BON APPÉTIT
Como si le hiciera falta, Alejandro Moreno, presidente nacional del PRI, tiene un nuevo dolor de cabeza con tufo a macho. Se trata de Edgar Mellen Salinas, presidente estatal del PRI en Tamaulipas. Cuando vemos en distintos lugares del país las más furibundas protestas feministas, ese macho calao pregona que a él le hacen los mandados.
No le importa la organización y el progreso del Organismo Nacional del Mujeres Priistas, ONMPRI. Lo que realmente le interesa es seguir manejando a su antojo el presupuesto. Dispuso de todas las posiciones del partido en el estado, pero se topó con la fortaleza de las mujeres tamaulipecas, que no es menor. Son muy broncas, créamelo. Y como no pudo imponer a una incondicional al frente, ahora busca que se enfrenten entre ellas. Toda una fichita, dicen.
POR ALEJANDRO CACHO
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