Con el colapso de la economía, no se ve de dónde puedan obtener el dinero para garantizar todo lo que prometen
Alejandro Cacho abril 23, 2020
Comenzaba la segunda década del siglo XXI. Y como ocurrió en las mismas fechas, varios siglos antes, una pandemia azotaba a la humanidad con un virus desconocido. Transmitido, aparentemente, de un animal a un humano para el que no había cura, ni vacuna. Lo suficientemente contagioso y mortal para paralizar al planeta entero. De nombre y forma peculiar, trajo muerte, destrucción de la economía, desolación. Cambió la configuración del mundoentero.
Mientras en muchas naciones los contagios y muertes se contaban por decenas de miles, en mi país —de gente feliz, feliz, feliz— se actuaba con calma. Mucha calma.
El Presidente no se dejó amedrentar. Continuó como si nada. Confiaba en la protección de los dioses y el blindaje de nuestra herencia cultural porque habíamos sobrevivido a muchas calamidades.
Inevitablemente la pandemia nos alcanzó. Sin embargo, no había motivo para alarmarse. Los muertos y contagios comenzaron a aumentar.
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Nuestro líder, seguro y dueño de la situación, nos transmitía certeza, claridad, tranquilidad. “Con la fortaleza de nuestro pueblo vamos a poder enfrentar la crisis. Tenemos recursos económicos y materiales suficientes, tenemos de qué echar mano. Ahorramos por no permitir la corrupción, por hacer un gobierno austero. Tenemos reservas suficientes.”
El virus acechaba por todos lados. Había que recluirse y no salir a la calle. Era obligatorio usar cubrebocas, guantes y caretas plásticas para protegerse. Cualquier humano podía ser portador del virus sin saberlo y contagiar. La gente vivía angustiada como nunca antes. Se perdían los empleos, las empresascerraban.
Ante el futuro desolador, el Presidente salió al rescate. “Van a tener protección millones, hasta 70 por ciento. Los más pobres primero. Suceda lo que suceda, no les va a faltar lo básico: alimentación, salud, educación y bienestar. Es nuestro compromiso”, prometió.
¡Como en el primer mundo! La esperanza inundó mi sueño. A pesar de la pandemia, de la crisis económica y energética, no estábamos solos. ¡Salud, alimentación, bienestar garantizados! ¿Acaso era yo danés? ¿O sueco? ¡Tal vez suizo o finlandés! Pero no. Desperté y mi sueño se convirtió en pesadilla cuando me cayó la realidad encima. Estaba en México y en tiempos de la 4T.
Con el colapso de la economía, de los ingresos petroleros, de las inversiones, del turismo, de las remesas, del empleo y de los negocios no se ve de dónde pueda el gobierno obtener el dinero suficiente para garantizar todo lo que promete.
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La solución no es hacer un gobierno austero que, en teoría, ya era austero. Ni un gobierno eficiente que, se supone, ya era eficiente. Ni honesto que, suponemos, ya lo es.
Lo peor es que apenas está comenzando lo más difícil, lo más peligroso y no sabemos cuánto tiempo durará. Eficiencia, honestidad, autoridad y justiciano son suficientes. Se requieren también visión, audacia, inteligencia, experiencia y un buen equipo.