El Ágora

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Ingobernabilidad y política exterior

Hace tiempo que México perdió el liderazgo en el concierto internacional y el régimen ha recurrido a una política exterior aldeana que le imposibilita fijar posturas o negociar con las grandes potencias.

Su populismo setentero – recordemos el conflicto por el sionismo provocado con Echeverría-, disfrazado de izquierdismo los aleja incluso de naciones latinoamericanas y se acercan más a las dictaduras regionales. El país dejó de ser un referente en los foros mundiales.

Ese aldeanismo, sumado a la pérdida de gobernabilidad, mantiene en crisis permanente la relación con el inquilino de la Casa Blanca, quien con sus solas amenazas tambalea la economía nacional e impone criterios al gobierno mexicano en materia migratoria y de seguridad pública para mejorar su seguridad nacional.

Lejos de mejorar la percepción de seguridad entre los connacionales, se incrementa la violencia; la inteligencia policial, sin aplicarse a la prevención del delito, se enfoca en dar cumplimiento a los objetivos prioritarios de las autoridades americanas.

Durante años operaron impunemente emblemáticos barones del narcotráfico y sanguinarios sicarios que ahora son detenidos o abatidos con la información de los gringos. No hay todavía una política pública de prevención de los ilícitos que regrese la paz y la tranquilidad social. Mientras no se recupere la gobernanza será imposible que el mexicano se sienta seguro.

La imagen que se tiene en el extranjero es la de un país que abandonó las bondades de la “dictablanda” del partido único para acercarse a los linderos totalitarios de un narco-estado. La falta de certeza jurídica aleja las verdaderas inversiones extranjeras y los chantajes de los grupos de presión exhiben la debilidad de las autoridades, cuyo proyecto político solo pretende perpetuarse en el poder para gobernar a una sociedad obnubilada, acostumbrada a los subsidios oficiales y con la pobreza como destino manifiesto. Esa nación mediocre no puede tener cabida en el concierto internacional.

La ingobernabilidad comienza a cobrar facturas, al exterior con el aislamiento regional y el sometimiento al nuevo Big Stick norteamericano. La derrota para revertir el impuesto a las remesas orilló a la administración de la 4T a solicitar a los paisanos que envíen cartas a los congresistas para que no apliquen esa carga tributaria. Lejos de que el gobierno resuelva la afrenta que significa la migración mexicana porque aquí no hay trabajo ni educación de calidad para aspirar a un mejor nivel de vida, deja a su suerte a millones de compatriotas porque no hay capacidad gubernamental para negociar entre iguales.

Al interior, también se nota la falta de gobernanza cuando se permite que grupos de presión como la CNTE hagan que el gobierno abdique en su función de garantizar la paz social y evite atentar contra la integridad y patrimonio de los ciudadanos. Enfrentan los políticos a su propio Frankenstein. Acostumbrados a chantajear, ahora son chantajeados y arrinconados para cumplir exigencias difíciles de satisfacer. Demuestran su impericia como servidores públicos e ignorancia supina para la administración pública.

Hay un régimen que hace como que gobierna, pero claudicó en la defensa de sus gobernados y es incapaz de interactuar con templanza ante las grandes potencias. El Gran Garrote aplastará no solo a los paisanos, también al gobierno.

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