Hola Paisano

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Remesas y la pasividad imperdonable del gobierno mexicano

Ciudad de México, 5 Junio 2025.- Hablemos nuevamente de remesas, pero también de contrastes, y como lo he venido manifestando, estos son inadmisibles, al menos por lo que hace a este lado de la frontera. Pero la buena noticia es que hay organizaciones que si están alzando la voz.

Mientras los migrantes y en particular nuestros paisanos redactan cartas, organizan campañas y exponen argumentos legales y humanitarios ante el Congreso estadounidense, el gobierno mexicano parece conformarse con la tibia esperanza de que “nada pasará”. Esta es una omisión peligrosa y cobarde. En lugar de elevar el tono en foros internacionales o utilizar los canales bilaterales para frenar esta amenaza, la administración mexicana permanece atrapada en una lógica reactiva, subordinada e ineficaz.

Aquí la gran diferencia, la vemos en Change.org que lanzó la campaña “No al impuesto a las remesas”, creando todo una plataforma. Acción que se suma también al activismo y los esfuerzos de organizaciones binacionales como Fuerza Migrante; cada quien desde sus trincheras.

Son actos de solidaridad, de dignidad y defensa ante una agresión fiscal disfrazada de reforma. La intentona de ese pretendido impuesto a las remesas es moralmente inadmisible: es económicamente contraproducente y jurídicamente cuestionable. Impone un castigo económico directo a las familias más vulnerables —las que dependen de estos envíos para subsistir— y representa una forma moderna de doble imposición, ya que los migrantes mexicanos ya pagan más de 120 mil millones de dólares en impuestos anuales en Estados Unidos.

Resulta obvio que el contexto global está marcado por el endurecimiento de las políticas migratorias y el resurgimiento de posturas nativistas.

Nuestros paisanos en Estados Unidos enfrentan este nuevo agravio, pero están haciendo lo suyo ante ese impuesto del 3.5% sobre las remesas en el megaproyecto legislativo conocido como One Big Beautiful Bill.

Frente a esta idea de cargar aún más el peso de la desigualdad sobre los hombros de quienes ya sostienen con su trabajo las economías de sus comunidades de origen y destino, los migrantes han alzado la voz. Sin embargo, el silencio del gobierno de México es ensordecedor.

¿Dónde está la Cancillería mexicana? ¿Dónde están los posicionamientos firmes, los llamados diplomáticos y las notas de protesta que cabría esperar ante una amenaza tan flagrante a los derechos económicos de millones de connacionales? México, el segundo receptor de remesas a nivel mundial, debería estar al frente de la defensa internacional de estos flujos como un derecho familiar, social y económico, no como un privilegio gravable.

Las remesas no son lujo ni excedente: son transferencias de supervivencia. Son una de las principales fuentes de ingreso para millones de familias mexicanas, además de ser un factor clave en la disminución de la migración irregular. Imponer un impuesto sobre ellas es tanto una agresión económica como una irresponsabilidad política. Pero más imperdonable aún es que el propio Estado mexicano no defienda con fuerza a su diáspora, como sí lo hacen otros países con comunidades migrantes numerosas y políticamente activas.

El artículo 2 de la Ley de Protección a Mexicanos en el Exterior establece que el Estado tiene la obligación de promover, proteger y garantizar los derechos e intereses de los mexicanos fuera del territorio nacional. Hoy, esa obligación está siendo incumplida de forma flagrante. Lo que se requiere no es una diplomacia decorativa, sino una diplomacia activa, estratégica y comprometida.

Resulta paradójico que el mismo gobierno que presume cifras récord de remesas —convirtiéndolas en palanca macroeconómica— sea incapaz de reaccionar ante su posible debilitamiento. ¿Hasta cuándo seguirá México beneficiándose del sacrificio migrante sin asumir su defensa con seriedad y convicción?

El impuesto a las remesas debe ser frenado, pero no solo por la presión legítima de la comunidad migrante. El Estado mexicano debe intervenir, con fuerza, con urgencia y con dignidad. De lo contrario, seguirá consolidándose la imagen de un gobierno más interesado en administrar la migración que en proteger a los migrantes.

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ABRAZO FUERTE

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