
Hola Paisano
Trump vacía los campos y llena de miedo las ciudades
Ciudad de México, 11 julio 2025.- En su cruzada por construir muros, Donald Trump ha logrado vaciar el corazón productivo de Estados Unidos. No con cemento, sino con miedo. La política migratoria del actual presidente, en lugar de blindar la economía estadounidense, ha comenzado a desangrarla silenciosamente.
Hoy, vastas extensiones agrícolas en California, Texas y Pensilvania están plagadas de cultivos que se pudren al sol. No es por falta de demanda o por malas cosechas, sino por la ausencia de quienes sabían exactamente cómo sembrar, recolectar y transformar esos alimentos: los trabajadores migrantes.
Según organizaciones defensoras de los derechos laborales, hasta cuatro de cada diez jornaleros mexicanos han dejado de asistir al trabajo, mientras que en el sector de la construcción, la deserción es casi total. ICE ha sembrado el terror con redadas masivas y omnipresentes. Y el campo lo ha resentido como un temblor de fondo.
No se trata solo de números. Se trata, también, de los más de 11 millones de mexicanos que viven en Estados Unidos, muchos de los cuales han sido el pilar de sectores esenciales como la agricultura, la hotelería, la construcción y el procesamiento de alimentos. En estados clave, su aporte no solo ha sostenido la productividad, sino que ha sido la fuerza que mantiene a flote miles de pequeñas empresas, muchas de ellas propiedad de la comunidad latina.
La paradoja:l. Mientras la administración Trump celebra un supuesto “flujo migratorio cero” como logro de seguridad nacional, los agricultores reportan pérdidas multimillonarias, las constructoras detienen obras a medio levantar y las cadenas alimentarias entran en crisis. ¿De qué sirve un muro si nadie queda para construirlo?
María Elena Valdivia, de la asociación Luces y Sombras Migrantes, lo resume sin rodeos: “Podría convertirse en una crisis estructural para el campo y la construcción. No hay manos, no hay saberes, no hay quien pueda reemplazar lo que está siendo expulsado”.
Amador Torres, administrador de una floricultura, relata que incluso con aumentos salariales no logra convencer a sus empleadas —la mayoría mujeres migrantes con hijos— de volver. “El miedo es más fuerte que el dinero”, dice. ICE no sólo acecha de día; ahora también invade las madrugadas.
El impacto es tan profundo que hasta el propio Trump lo ha admitido en su red Truth Social: la agricultura, la hotelería y el ocio están sufriendo por la falta de trabajadores. Lo que no dice es que esa escasez es una consecuencia directa de su política migratoria agresiva, no de una casualidad del mercado.
El PEW Research Center advierte que la expulsión masiva de indocumentados podría significar un decrecimiento del 7.4% para 2028. La economía se estancaría. La inflación se dispararía. No es una predicción alarmista: es una advertencia fundada. Y el golpe recaería principalmente en quienes ya sostienen, silenciosamente, la base laboral del país: la comunidad migrante mexicana.
Más aún, muchos de los empleadores de estos migrantes no son grandes corporaciones, sino pequeños empresarios hispanos que han levantado más de 400 mil negocios que hoy generan 570 mil millones de dólares al año. Ellos también están siendo arrastrados por esta tormenta migratoria. Trump no solo está expulsando trabajadores, está destruyendo una red económica entera que sostiene a cientos de comunidades.
La Corte Suprema impidió apenas ayer a Florida aplicar una ley que criminalizaría a los migrantes en situación irregular. Una pequeña señal de cordura jurídica frente a un desvarío nacionalista que amenaza con convertir una nación de inmigrantes en un país sin agricultores, sin obreros, sin futuro.
Si algo debería preocupar a Estados Unidos hoy no es cuántos migrantes cruzan su frontera, sino cuántos ya no cruzarán. Porque sin ellos, los campos se pudren, los hogares no se construyen, y la economía —como los frutos abandonados en California— comienza a descomponerse desde adentro.
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