
HOLA PAISANO
El precio de un olvido… Sabían lo que venía
Ciudad de México, 4 agosto. – Las redadas migratorias ordenadas por Donald Trump no deberían haber sorprendido a nadie en el gobierno mexicano. Mucho menos a una administración que, desde tiempos de campaña, había recibido advertencias concretas sobre la necesidad de crear una red de defensa legal robusta para proteger a los mexicanos en Estados Unidos.
La realidad, sin embargo, es atroz: mientras el Departamento de Seguridad Interna estadounidense despliega un aparato de persecución que rompe familias, siembra terror y atropella derechos humanos, México responde con discursos huecos, líneas telefónicas saturadas y promesas sin presupuesto.
La presidenta de México, Claudia Sheinbaum heredó no solo un problema migratorio: también heredó una deuda moral. Porque durante seis años, Andrés Manuel López Obrador construyó un relato de afecto a los migrantes —a quienes llamó “héroes vivientes”— sin traducirlo en estructuras reales de protección.
Lo dijeron organizaciones civiles, líderes históricos como Juan José Gutiérrez y hasta legisladores morenistas: el gobierno mexicano no quiso escuchar, y cuando escuchó, desechó las propuestas clave. El “Plan de Acción para los Mexicanos en el Exterior 2022-2024” fue mutilado por funcionarios que consideraron innecesaria la creación de una red legal ante el eventual regreso de Trump. Hoy ese error cuesta vidas, hogares y futuros.
Ahora bien, las redadas no solo son espectáculos de poder político. Se han convertido en una industria: cada detención abre una puerta al negocio legal que cobra entre 5 mil y 7 mil 500 dólares por caso, dejando a los migrantes —ya criminalizados— en una situación doblemente vulnerable. Mientras tanto, el gobierno mexicano habla de miles de abogados disponibles, pero no ofrece ni un solo nombre. No hay lista pública, no hay transparencia, no hay protección jurídica. Hay silencio y opacidad.
El mensaje es claro: el migrante paga su propia defensa, o se entrega. Muchos han optado por autodeportarse, firmar poderes legales para entregar la custodia de sus hijos, vender su casa o buscar un retiro anticipado. Otros simplemente desaparecen en cárceles migratorias donde los derechos humanos no existen. ¿Dónde está la asistencia legal financiada por los millones de dólares que las remesas sostienen cada año? ¿Dónde está el compromiso institucional más allá de las fotografías con banderas y medallas?
Sin embargo, el drama no termina en la detención. Como señala Sergio Aguirre, presidente del Consejo de Federaciones Mexicanas en América del Norte, hay miedo. Miedo de salir a la calle, de llevar a los hijos a la escuela, de ir al trabajo. Hay niños que ya no aprenden y adultos que ya no producen. El terror migratorio es tan corrosivo que los mexicanos empiezan a preguntarse si regresar a un país dominado por la violencia, los cobros de piso y la impunidad es realmente una opción.
El exilio, entonces, no es solo geográfico. Es emocional, institucional, familiar. Y la soledad es brutal. Ni el sistema de protección consular ni las líneas de apoyo psicológico son suficientes. Porque el problema no es de asistencia, sino de voluntad política. Mientras Gavin Newsom destina millones de dólares para proteger a los migrantes en California, el gobierno mexicano guarda silencio sobre su propio presupuesto y delega la responsabilidad a comunidades organizadas o, peor aún, a la caridad de empresarios como Carlos Slim.
La comunidad migrante exige más que discursos condecorativos. Exige transparencia presupuestaria, defensa legal real, protección consular eficaz y una estrategia binacional con visión de Estado. Si Claudia Sheinbaum realmente quiere marcar un quiebre con la omisión institucional de su antecesor, debe actuar con claridad y contundencia. Porque hoy más que nunca, los mexicanos en Estados Unidos no necesitan ser llamados “héroes”: necesitan ser defendidos como ciudadanos con derechos.
Y si el gobierno federal sigue sin responder, la pregunta será inevitable: ¿cuánto vale un héroe mexicano para su propio país? ¿Cuánto más están dispuestos a resistir los millones que sostienen la economía nacional desde el extranjero, mientras la burocracia les da la espalda?
Me parece que es momento de que Sheinbaum deje de administrar el olvido, y comience a gobernar con justicia.
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