
Hola Paisano
Trump, y el costo de gobernar contra la mayoría
Ciudad de México 12 Agosto 2025.- La soberbia y la actuación tan radical del presidente estadounidense Donald Trump, también lleva un revés, y como muestra quiero referirme a una encuesta reciente de CNN.
En ésta refleja un cambio significativo en la percepción pública: un 55 % de los estadounidenses considera que el presidente ha ido demasiado lejos en la deportación de inmigrantes sin permiso. No es un dato menor.
Es un aumento de diez puntos en apenas unos meses, lo que indica que las imágenes de redadas, familias separadas y centros de detención abarrotados han dejado de ser vistas como una “defensa de la frontera” y se perciben cada vez más como un exceso autoritario.
El rechazo no se limita a las deportaciones. La mayoría también se opone a la construcción de mega prisiones para inmigrantes y a los miles de millones de dólares en gasto público que exige la nueva ley migratoria de Trump.
Paradójicamente, esta ley —su mayor victoria legislativa en dos mandatos— se ha convertido en una de las medidas más impopulares de su presidencia. Seis de cada diez estadounidenses creen que perjudica la economía, una percepción respaldada por datos: la expulsión masiva de trabajadores indocumentados impacta directamente en la agricultura, la construcción, el servicio doméstico y la hostelería, sectores que dependen de mano de obra migrante para sobrevivir.
Para México, esta política no es un asunto ajeno ni distante: alrededor de 11 millones de personas de origen mexicano viven en Estados Unidos, de las cuales casi 4.5 millones carecen de estatus legal. Son quienes más sufren las deportaciones y, al mismo tiempo, quienes aportan más de 60 mil millones de dólares anuales en remesas que sostienen a miles de comunidades mexicanas.
Cada redada, cada expulsión, no sólo rompe familias; también erosiona economías locales en ambos lados de la frontera y amenaza con desestabilizar regiones rurales de México altamente dependientes de ese flujo económico.
A nivel internacional, la señal es clara y preocupante: Estados Unidos, históricamente un polo de atracción para quienes buscan mejores oportunidades, se está reconfigurando como un país que no sólo endurece sus fronteras, sino que criminaliza la migración como eje de identidad política. La retórica trumpista ha contaminado el debate global sobre migración, legitimando discursos antiinmigrantes en Europa, América Latina y Australia.
Lo más inquietante es que esta política, aun siendo rechazada por la mayoría, se sostiene gracias a un Partido Republicano disciplinado al compás del presidente y a un Partido Demócrata que, incapaz de construir una alternativa clara, deja el campo libre para que Trump dicte el tono del debate.
Pero la política tiene sus propias leyes: gobernar contra las mayorías tiene un límite. Si Trump no ha roto del todo la lógica electoral estadounidense, el desgaste que provocan las deportaciones masivas —especialmente contra la comunidad mexicana, la mayor minoría inmigrante del país— podría ser la grieta que defina su segundo mandato. La historia lo recordará no por la “defensa de la frontera” que prometió, sino por haber hipotecado el capital moral y económico de un país que alguna vez se jactó de ser tierra de oportunidades.
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