
Hola Paisano
El “buen carácter moral”, el nuevo muro invisible de Trump
Ciudad de México, 18 Agosto 2025.- ¿Quién puede acceder a la ciudadanía estadounidense?. Ahora le pongo en contexto… El presidente Donald Trump hizo un anuncio sobre la redefinición del “buen carácter moral” como criterio nodal.
No es un simple ajuste burocrático. Se trata de un viraje profundo que convierte la naturalización en un terreno más subjetivo, más discrecional y, por ende, más vulnerable al sesgo ideológico de quienes aplican la ley.
El Servicio de Ciudadanía e Inmigración de Estados Unidos (USCIS) estableció, en un memorando el 15 de agosto, que los oficiales migratorios podrán evaluar a los solicitantes bajo un criterio más “holístico”.
A primera vista, podría sonar razonable: considerar no solo la ausencia de delitos graves, sino también aspectos positivos como empleo estable, contribuciones comunitarias o logros profesionales. Sin embargo, detrás de esa retórica de “evaluación integral” se esconde un arma tramposa: la ampliación arbitraria de lo que significa ser “digno” de ser estadounidense.
Hasta ahora, la noción de buen carácter moral se restringía a delitos mayores: homicidio, fraude, crímenes sexuales, evasión fiscal.
Con la nueva interpretación, incluso infracciones de tránsito repetidas —multas por exceso de velocidad, estacionamiento indebido— podrán ser usadas para cuestionar la elegibilidad de un migrante. El paso es simbólicamente más restrictivo: se traslada la vara de medir desde la justicia penal hacia un ámbito cultural y subjetivo, donde el oficial tiene más margen para juzgar “valores” y “conducta cívica”.
La pregunta de fondo es evidente: ¿qué significa tener buen carácter moral en una sociedad profundamente diversa?
Para la administración Trump, significa estrechar aún más la puerta de la ciudadanía, sumando este filtro al endurecimiento del examen de naturalización, la amenaza de revocación de ciudadanías por presunto fraude, el intento de limitar la ciudadanía por nacimiento y la creación de vías exclusivas como la “tarjeta dorada” para millonarios.
En otras palabras, un modelo que combina exclusión, elitismo y un nacionalismo que coloca la cultura anglosajona como parámetro dominante.
Los colectivos de defensa de migrantes ya lo han advertido: el concepto es tan elástico que puede ser manipulado a conveniencia política. Hoy puede ser una infracción de tránsito; mañana, la falta de participación en una iglesia, el activismo sindical o la filiación ideológica. El terreno de la ciudadanía deja de ser un espacio de derechos y se convierte en un privilegio sujeto a criterios morales impuestos desde arriba.
Trump no está levantando sólo un muro físico en la frontera: está erigiendo muros invisibles en el corazón del sistema legal estadounidense. Barreras que separan a quienes “merecen” ser ciudadanos de quienes, aun trabajando, pagando impuestos y construyendo comunidad, son etiquetados como moralmente insuficientes.
El riesgo para la comunidad migrante, particularmente la mexicana y latinoamericana —la más numerosa en los procesos de naturalización—, es doble.
No solo se enfrentan a mayores requisitos legales, sino ahora también a un examen cultural en el que se juzga la vida cotidiana bajo estándares difusos. Así, la ciudadanía estadounidense deja de ser un derecho alcanzable y se convierte en un filtro ideológico, un instrumento de exclusión y, en última instancia, un mecanismo de control político.
ABRAZO FUERTE
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