
Día Mundial para la Prevención del Suicidio: señales de alerta y recomendaciones de especialistas
Cada 10 de septiembre se conmemora el Día Mundial para la Prevención del Suicidio, una fecha instaurada en 2003 con el objetivo de visibilizar la problemática y recordar que, a pesar de su gravedad, el suicidio es un fenómeno prevenible.
El lema vigente para el periodo 2024-2026, “Cambiar la narrativa”, busca derribar el estigma, fomentar la comprensión y promover una cultura de apoyo hacia quienes atraviesan situaciones de sufrimiento psicológico.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año más de 720 mil personas mueren por suicidio, lo que representa el 1.1% de todas las muertes en el mundo: una de cada 100. La carga es mayor en países de ingresos bajos y medios, que concentran casi tres cuartas partes de los casos.
El fenómeno impacta con fuerza en los jóvenes, siendo la tercera causa de muerte entre personas de 15 a 29 años. También existen diferencias de género: aunque las mujeres presentan más intentos, los hombres tienen una probabilidad cuatro veces mayor de consumar el acto, generalmente mediante métodos más letales.
“La realidad es que el suicidio no distingue fronteras. La depresión, los trastornos de ansiedad y las crisis vitales son detonantes frecuentes, pero también influyen factores sociales y económicos. La prevención es posible si identificamos a tiempo las señales”, explicó a Infobae la doctora Linda Cozzarin, médica psiquiatra e integrante del equipo de Psiquiatría de INECO.
La situación en Argentina
En el país, los intentos de suicidio muestran cifras preocupantes. Según un informe del Ministerio de Salud de la Nación, entre abril de 2023 y abril de 2025 se registraron 15.807 intentos, un promedio de 22 por día. El grupo más afectado son los adolescentes y jóvenes de 15 a 24 años, en línea con las tendencias internacionales.
El suicidio es el resultado de la interacción de múltiples factores:
- Psicológicos y psiquiátricos: depresión, ansiedad, abuso de sustancias, impulsividad, historial de intentos.
- Sociales y familiares: aislamiento, conflictos, violencia intrafamiliar, discriminación, pérdida de un ser querido.
- Ambientales y situacionales: dificultades económicas, acceso a medios letales, barreras en el acceso a la salud.
- Biológicos y genéticos: dolor crónico, enfermedades graves, antecedentes familiares de suicidio.
En contraste, los factores de protección funcionan como amortiguadores ante estas vulnerabilidades. Entre ellos destacan las relaciones interpersonales sólidas, la práctica de creencias espirituales o religiosas y el desarrollo de estrategias de afrontamiento saludables.
Los especialistas de INECO sugieren prestar atención a ciertos cambios de conducta o manifestaciones emocionales en el entorno cercano:
- Expresiones verbales de desesperanza o deseo de morir.
- Aislamiento social o pérdida de interés en actividades habituales.
- Cambios drásticos en el sueño, apetito o hábitos de autocuidado.
- Conductas de riesgo o abuso de alcohol y drogas.
- Regalos o despedidas inesperadas, como si la persona “cerrara etapas”.
Los expertos insisten en que hablar del tema no genera riesgo, sino que abre la posibilidad de acompañar y buscar ayuda profesional. “Escuchar sin juzgar, mostrar apoyo y alentar a la persona a consultar a un especialista son pasos esenciales para prevenir una tragedia”, concluyó Cozzarin.