Hola Paisano

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Rumores digitales, la otra frontera que enfrentan los migrantes

Ciudad de México, 26 Septiembre 2015.- La movilidad internacional no solo enfrenta muros físicos, retenes y visados restrictivos. También debe atravesar un campo minado menos visible, pero igualmente peligroso: la desinformación.

En la era digital, las redes sociales se han convertido en la principal brújula de quienes buscan orientarse en un trayecto migratorio, pero esa brújula está distorsionada. Algoritmos diseñados para maximizar la interacción —no para garantizar la veracidad— terminan amplificando rumores y noticias falsas que alteran decisiones vitales.

El problema no es anecdótico. En grupos cerrados de Facebook, cadenas de WhatsApp o transmisiones en vivo de TikTok circulan supuestas actualizaciones sobre trámites, programas de regularización o rutas “seguras” que en realidad son trampas.

La confianza ciega en lo que comparte un compatriota o un conocido puede costar lo que ningún migrante debería perder: sus recursos, su integridad e incluso su vida. Basta un rumor mal intencionado para empujar a familias enteras a manos de coyotes o gestores fraudulentos.

Esta desinformación no es inocente. Se alimenta de la desigualdad estructural y del abandono institucional. Los vacíos de información oficial, el hermetismo burocrático y la falta de acceso a asesoría legal oportuna dejan espacio a que proliferen intermediarios inescrupulosos y noticias manipuladas. El migrante, en vez de recibir acompañamiento, debe navegar en soledad un mar de versiones contradictorias. Y el costo lo pagan las comunidades más vulnerables.

Por ello, la tarea va mucho más allá de enseñar a “distinguir” páginas falsas.

Requiere que los Estados asuman su responsabilidad de comunicar con claridad, que los organismos internacionales desplieguen campañas sostenidas de información verificada y que las plataformas digitales rindan cuentas por el papel que juegan en la propagación de engaños. Pero también exige un cambio cultural: entender que verificar antes de compartir no es un gesto individual, sino un acto colectivo de cuidado.

En un mundo donde la movilidad humana es cada vez más inevitable, la lucha contra la desinformación se convierte en una nueva forma de garantizar derechos. Ignorarla equivale a naturalizar que los migrantes sigan expuestos no solo a fronteras de acero y políticas hostiles, sino también a fronteras invisibles de mentiras digitales.

ABRAZO FUERTE

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