Juventino, Porfirio, Montemayor y Creel
Por Rubén Moreira Valdez
En el pasaje Zócalo–Pino Suárez, en el centro de una multitud, una de las mentes más brillantes del México contemporáneo, sin guardias, con un tacuche gris tirando a negro, y sudando a mares, presentaba uno de sus textos. Era 1987, eso creo, y se desarrollaba la Feria del Libro. Solo tuve oportunidad de estrechar su mano y pedir un autógrafo.
Una década después, en un congreso electoral, un alma piadosa me seleccionó para “echar un trago” y escuchar al maestro. Cuando visito el restaurante del hotel Santa Fe en Guanajuato, volteo a la mesa donde hace 30 años recibí, junto con otros parroquianos, y en exclusiva, una “conferencia magistral” sobre el proceso legislativo.
Por aquellos días, en los noventa, me encomendaron participar en la redacción de una nueva ley de educación para Coahuila. La entonces vigente databa de 1943, de los años del gobernador López Padilla y el profesor Moreira Cobos. En su articulado se leía: “La educación es socialista”. Después de foros y consultas me pidieron una copia del proyecto para la lectura del gobernador Montemayor. Una semana más tarde, recibí de regreso el texto. Venía con correcciones, preguntas y sugerencias de su puño y letra. Rogelio fue un buen gobernador y un sólido intelectual que se daba el tiempo para revisar las cosas importantes.
Dos décadas después del encuentro en la línea uno, compartí legislatura con Porfirio. Entre las curules se paseaba mostrando la jerarquía de su historia. Cerca, en la bancada el PRD, Juventino V. Castro, aquel que escribió: Hacia el Amparo Evolucionado, libro legendario y premonitorio que, una tarde en los ochenta, en la escuela de jurisprudencia, el erudito José Fuentes nos invitó a leer.
En 2010 y 2011 México vivió su primavera en materia de derechos humanos. Con el voto unánime en diputados, senadores y legislaturas locales, se aprobó una ambiciosa reforma constitucional en derechos humanos. Alguien dijo que era el esfuerzo parlamentario más importante desde el 17. Hace unos días, con Santiago Creel, recordé una larga jornada de acuerdos que se realizó en la “Torre Azul”. Allí, un puñado de legisladores de ambas cámaras, entre ellos el propio Santiago, Navarrete Prida, Enoé Uranga, Pedro Joaquín y otros, nos dimos a la tarea de redactar el texto final.
El presidente Calderón dejó correr la reforma; lo mismo hizo Peña, poderoso gobernador del Estado de México. La votaron mentes brillantes y legendarias como Porfirio, Juventino, Humberto Benítez, Chuayffet, Paco Rojas y Beatriz Paredes.
El país vive un retroceso legislativo: se desmantela lo edificado en la transición y se construye la oscuridad de un régimen cargado de odios y resabios. No hay diálogo, y menos consulta a la inteligencia.
Quienes gobiernan no profundizan en las leyes que impulsan, los subalternos juegan las contras, y los legisladores de la mayoría solo sirven para levantar la mano.

