¿Hay turbulencias en el cielo mexicano?
Como país, tenemos conexiones con el mundo en todos, aspectos, en industria, en comercio y en transporte, en días recientes, el Departamento de Transporte de los Estados Unidos anunció la revocación de trece rutas aéreas operadas por aerolíneas mexicanas hacia su territorio, además de restricciones a vuelos combinados de carga desde el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles. La medida, que se argumenta bajo presuntos incumplimientos del acuerdo bilateral de aviación firmado en 2015, representa un episodio delicado en la relación económica más importante que tiene nuestro país.
Lo primero que debe reconocerse es que la presidenta Claudia Sheinbaum ha actuado con prudencia y firmeza, en lugar de escalar el conflicto, su gobierno ha optado por el diálogo con las aerolíneas afectadas y la búsqueda de un acuerdo diplomático con Washington, consideramos que esa ruta es la correcta, no podemos olvidar que el comercio aéreo con los Estados Unidos constituye un pilar esencial del intercambio económico, logístico y turístico de México, más de 20 millones de pasajeros y miles de toneladas de carga transitan anualmente entre ambas naciones y cualquier ruptura abrupta afectaría no sólo a las empresas del sector, sino también a trabajadores, exportadores y consumidores de ambos lados de la frontera.
Sin embargo, este episodio evidencia la necesidad de revisar a fondo nuestra política aeronáutica y la regulación interna en materia de conexiones internacionales, competencia y asignación de rutas, México ha apostado legítimamente por fortalecer su soberanía en materia de infraestructura, diversificando operaciones entre el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México y el nuevo Aeropuerto Felipe Ángeles; pero esas decisiones deben acompañarse de una coordinación diplomática estrecha, para evitar que las medidas administrativas se interpreten como discriminatorias o contrarias a los tratados internacionales vigentes.
El riesgo principal no está en la suspensión temporal de unas cuantas rutas, sino en la posibilidad de que se deteriore la confianza de los socios comerciales en la certidumbre regulatoria de México. Esa confianza que se traduce en inversión, turismo y competitividad, y que es un activo estratégico del país que debe preservarse.
El manejo de la crisis por parte del gobierno federal ha mostrado sensatez, no hay escándalo, salvo los de la derecha y su narrativa de mentiras, sino gestión; no hay acusaciones, sino disposición a resolver. En la actual coyuntura mundial, donde los conflictos comerciales suelen escalar rápidamente, México envía un mensaje importante, el de un Estado que defiende su soberanía, pero que entiende que la cooperación internacional es el camino para la estabilidad y el crecimiento.
De esta situación pueden surgir también oportunidades ya que México puede fortalecer su marco regulatorio aeronáutico, modernizar acuerdos bilaterales y aprovechar la coyuntura para consolidar a sus aerolíneas como actores globales más competitivos, el país debe ser firme en el respeto a sus decisiones internas, pero también cuidadoso en mantener abiertas las rutas del diálogo.
Porque, al final, los cielos de Norteamérica no debe dividirnos; deben seguir siendo el espacio donde México y Estados Unidos demuestran que son capaces de volar juntos, con respeto, equilibrio y visión compartida de futuro.

