La furia no se hizo esperar. Desde “muy arriba” se ordenó “dejar de apoyar” al periódico ofensor, se le quitó la publicidad de la cartelera de cines y teatros, la de la Lotería nacional y hasta los edictos de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
El Director del periódico en memorándum que le envió al Secretario le informó sobre los resultados de su investigación interna. Había cesado a 7 colaboradores del periódico por el “error” malintencionado, pero eso era insuficiente. El Diario de México dejaba de contar con los “apoyos” que le daba el Gobierno.
De nada sirvieron las disculpas ofrecidas, el periódico comenzó a resentir el boicot implementado, y ante el nulo apoyo del gobierno, el diario fue desapareciendo de forma paulatina. Como fuera, la ira desatada al primer círculo del Presidente y a él mismo terminó con la extinción de “El Diario de México”.
Pasaba la mitad del gobierno de Luis Echeverría cuando un destacado maestro de la Facultad en Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, el columnista Manuel Buendía planteaba: “El periodismo es esencialmente información. Por tanto, es un instrumento de la comunicación social y, en consecuencia, el periodismo es parte de la política.
“Todo periodismo pertenece a la política. Es la política en acción. Es siempre un acto político. Todo, incluso la nota roja que expresa, que da a conocer, que avisa o advierte sobre síntomas de degeneración social como puede ser la violencia, el crimen, la impunidad”.
El 30 de mayo de 1984, Manuel Buendía Tellezgirón fue asesinado de 5 disparos por la espalda al salir de su oficina, cerca de Paseo de la Reforma e Insurgentes, en la Ciudad de México. Así acabaron con la vida del autor de la columna “Red Privada”, la más leída e influyente de la segunda mitad del siglo XX. Hoy lo acusarían de “Comunista”.
Aunque luego de su homicidio se detuvo al asesino material, identificado como agente de la Dirección Federal de Seguridad, y hasta se culpó y encarceló al entonces titular de la llamada “policía política de la Secretaría de Gobernación”; en la mente de muchos periodistas prevaleció otra idea.
Y es que, con magníficas fuentes de información, Don Manuel escribía sobre la ultraderecha mexicana e internacional, de sus vínculos con la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés), de los ataques a Cuba desde Estados Unidos, la corrupción, el narcotráfico y más. Muchas veces su trabajo fue censurado desde las altas esferas del poder.
Con todo, su muerte significó la más dura violación a la libertad de expresión desde el poder político, ya coaligado de manera creciente al poder económico. “¿En dónde radica el valor de Buendía?
Su buena información, su buena prosa, su capacidad de denuncia, su falta de miedo y su archivo…” dijo Elena Poniatowska en el Prólogo al libro de Buendía “La CIA en México”. Sí, con él, los poderosos de entonces le cerraron el paso también a la libertad de pensamiento…
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