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Lectura: ¿Por qué a la derecha no le funciona el ruido digital de la “Generación Z”?
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Home » Blog » ¿Por qué a la derecha no le funciona el ruido digital de la “Generación Z”?
Camila Martinez
COLUMNAS

¿Por qué a la derecha no le funciona el ruido digital de la “Generación Z”?

Camila Martínez Gutiérrez
Última actualización: 23 noviembre, 2025 11:23 am
Camila Martínez Gutiérrez
Publicado: 23 noviembre, 2025
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La marcha del 15 de noviembre fue presentada como un despertar de mi generación: la Generación Z. Y aunque sí hubo personas con preocupaciones legítimas -principalmente jóvenes que buscan participar- su voz quedó opacada por el ruido digital y mediático de actores políticos cuyo único interés es regresar al poder.

Muy lamentable, sobre todo porque se trata de disidencia -así sea minoritaria- que merece respeto y escucha. No obstante, el protagonismo de actores como Fernando Belaunzarán, Guadalupe Acosta Naranjo y Emilio Álvarez Icaza terminó imponiéndose, pues buscaban construir una narrativa política al servicio de intereses individuales.

A esto se suma el desmentimiento de absolutamente todos los voceros que se presentaron como apartidistas y a quienes se les encontraron vínculos laborales, económicos y militancias con partidos de derecha. El problema no es que marchen, sino que mientan sin asumir su partidismo. Su participación convirtió un posible espacio de expresión juvenil en una repetición del repertorio de la vieja oposición que pretende engañar a la gente.

El ruido mediático se intensificó cuando se evidenció que estos actores políticos se habían colgado de un movimiento presentado como apartidista, y cuando se desmintió el gancho mediático de ser una marcha juvenil de la “Generación Z”. Pareciera que ciertos sectores tienen un fetiche con esta generación, como si fuéramos algo misterioso; les encanta nombrarnos con etiquetas de marketing sin habernos escuchado nunca.

En realidad, la mayoría de los asistentes eran adultos mayores de 40 años, de sectores privilegiados, mientras que los jóvenes quedaron diluidos. Además, la convocatoria fue limitada: en varias ciudades participaron apenas unas decenas de personas y, en la Ciudad de México, la asistencia fue inferior a movilizaciones opositoras previas. Esto demuestra que, aunque todas y todos tienen derecho a disentir, la presidenta Claudia Sheinbaum mantiene el respaldo de alrededor del 70% de la ciudadanía, reflejo de confianza mayoritaria en su proyecto y en la Cuarta Transformación.

Un punto más: una marcha que pretendía luchar “por la paz” terminó protagonizada por grupos radicales de extrema derecha que realizaron destrozos, confrontaciones y portaron carteles con esvásticas, mensajes antisemitas, misóginos y racistas. ¿Cómo es posible eso?

Peor aún fue la respuesta de la oposición, que primero afirmó que se trataba de gente pagada por Morena y luego cometió la torpeza de ofrecerles ayuda jurídica para sacarlos de la cárcel. ¿Pues no que eran de Morena? ¿Por qué los ayudan entonces? Finalmente, no faltó la cobertura mediática de cierto empresario molesto por pagar impuestos, que amplificó el ruido exagerando su impacto y restando visibilidad a quienes marcharon con motivaciones auténticas.

La movilización de ese sábado dejó clara la diferencia entre ruido digital y presencia real. Campañas en redes, impulsadas por operadores internacionales de derecha como Cerimedo, Negre o Antonetti -vinculados con Milei, Bolsonaro y redes conservadoras en Estados Unidos- pueden generar tendencias, pero jamás reemplazan la participación genuina de las personas. Y ahí está la diferencia: hoy nuestro movimiento trabaja en territorio, casa por casa, en asambleas, construyendo organización y escuchando al pueblo. Morena está levantando comités en todas las colonias y barrios; es ahí donde realmente se dialoga y se construye comunidad.

La lección del 15 de noviembre es que el ruido digital de la derecha puede eclipsar temporalmente voces auténticas, pero no reemplaza la presencia real ni borra la confianza mayoritaria que el pueblo tiene en la Cuarta Transformación.

La disidencia legítima existe y debe ser escuchada, pero solo podrá expresarse plenamente cuando se libere del protagonismo artificial de quienes operan consultorías millonarias y de quienes añoran el viejo régimen para volver al poder.

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