
Desde Tribuna
El fantasma de la censura asecha a la democracia
Si pensábamos que con la llamada Reforma Judicial había terminado la hondonada de reformas para debilitar a la democracia mexicana, estábamos en un error, los embates siguen y esta semana fue presentada, en el Senado de la República, una nueva Ley en materia de Telecomunicaciones y Radiodifusión que no solo busca ser un mecanismo más de control social sino un instrumento de censura que constituye un retroceso sin precedentes a la libertad de expresión.
Sin duda, las telecomunicaciones juegan un papel crucial en el desarrollo económico y social de un país, pero el enfoque de esta reforma ha generado debates sobre sus verdaderas intenciones y los posibles peligros que podría traer consigo.
La propuesta de la presidenta Sheinbaum está lejos de ser un mecanismo para mejorar la infraestructura de telecomunicaciones, garantizar la competencia justa entre proveedores y asegurar un acceso equitativo a los servicios de comunicación para todas las personas, por el contrario, está diseñada para debilitar a los concesionarios, implementar una competencia desleal desde el propio gobierno e incluso controlar contenidos y plataformas de internet, lo que resulta ser inconstitucional.
Pese a que vivimos en un mundo híper-vigilado, gracias a las nuevas tecnologías de la comunicación y la información, México es un país que aún no ha logrado abatir la brecha digital que prevalece en muchas comunidades y con esta iniciativa, el gobierno pretende ejercer un control desmedido y acotar la libertad de expresión en el espacio digital.
Uno de los aspectos más controvertidos de la reforma es la inclusión de medidas que permitirían una mayor intervención del gobierno en la regulación de contenidos en línea. Bajo el argumento de proteger a las personas de información falsa y perjudicial, estas medidas podrían abrir la puerta a la censura y al control excesivo de la información. En una sociedad donde la libertad de expresión y el acceso a información veraz son pilares fundamentales de la democracia, cualquier intento de regular contenidos debe ser visto con cautela y desconfianza.
La historia ha demostrado repetidamente que la censura y el control de los medios de comunicación son herramientas empleadas por gobiernos con inclinaciones autoritarias para silenciar la disidencia, callar a la oposición y manipular la percepción pública. Si bien es cierto que la proliferación de noticias falsas y contenidos dañinos es un problema real, la solución no puede ser la imposición de un control gubernamental sobre lo que se publica y se consume en línea. La censura, en cualquier forma, es un atentado contra la libertad individual y el derecho a la información.
En lugar de recurrir a medidas de censura, el gobierno debe enfocarse en fortalecer la educación digital y promover la alfabetización mediática. Al empoderar a las personas con las herramientas y conocimientos necesarios para identificar información falsa y entender el funcionamiento de los medios de comunicación, se puede construir una sociedad más resiliente y crítica frente a las manipulaciones mediáticas. Además, la colaboración con organizaciones de la sociedad civil y expertos en tecnología puede ofrecer soluciones innovadoras y efectivas para abordar estos desafíos sin sacrificar la libertad de expresión.
En un país democrático, la libertad de expresión y el derecho a la información deben ser protegidos y fortalecidos, nunca restringidos. La vigilancia ciudadana y el debate abierto son esenciales para asegurar que cualquier reforma respete estos principios fundamentales.