Uno de los pecados de Peña Nieto fue privilegiar la lealtad de sus colaboradores antes que sus capacidades
La cita fue a las cuatro de la tarde en la Residencia Oficial de Los Pinos. Fue la última comida que ofreció el todavía Presidente a quienes formaron parte del gabinete legal y ampliado durante su sexenio.
Ya se ha escrito sobre los asistentes y los ausentes. De lo que no se ha hablado es del mensaje central en el discurso de Peña Nieto: fallamos en la comunicación.
El ambiente oscilaba entre la nostalgia y la catarsis. Hubo quienes lo interpretaron como un ejercicio para lamerse las heridas abiertas por el desprecio de un pueblo decepcionado.
A las 16:30 comenzó la comida con el discurso de Peña Nieto. Una hora en la que trató de resumir los logros de seis años, donde era inevitable la autocrítica y no faltaron los reproches.
En su óptica, se hicieron muchas cosas buenas. El Pacto por México, las Reformas Estructurales, obras de infraestructura, generación de empleos, estabilidad económica.
También cometimos errores, reconoció Peña Nieto. “La Casa Blanca sin duda fue un error”, dijo. Y reprochó el silencio de sus colaboradores en medio de la crisis. “Yo expuse a mi esposa”, reclamó, mientras Angélica Rivera de Peña escuchaba atenta.
Fueron al menos unas cinco veces las que repitió: “Fallamos en comunicar lo que hicimos bien”. Yo agregaría que al pésimo trabajo de comunicación hay que sumar una igualmente torpe e inefectiva operación política.
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