El Presidente prefirió confiar en su instinto político, en su fortuna, en la Divina Providencia, en el Detente…
Alejandro Cacho abril 1, 2020
El presidente Andrés Manuel López Obrador sigue evadiendo lo inevitable. Se niega a afrontar personalmente la emergencia sanitaria y la crisis económica provocadas por el COVID-19. ¿Por qué? Porque le gana su naturaleza de líder social, de animal político, a su responsabilidad como jefe de Estado.
Sigo buscando, sin éxito, un país afectado por el coronavirus cuyo Presidente o primer Ministro no se haya puesto al frente de la emergencia para contener la pandemia. Sólo México.
En tiempos de la 4T, los científicos y los médicos se enfrentan a la ideología del Presidente para tomar decisiones. Los hechos y datos científico–técnicos se han topado con el muro ideológico de quien sigue pensando en términos electorales.
López Obrador no quiso anunciar personalmente que México está bajo emergencia sanitaria por causa de fuerza mayor. ¡Era un momento histórico! Eso significa limitar la movilidad de las personas para evitar la propagación del virus y, principalmente, meterle freno a la economía con todo el costo que eso significa.
Al final, el escenario más probable es que la pandemia nos golpeará sin piedad y sus estragos se reflejarán en dos vertientes: salud pública y economía.
En salud, el saldo podría ser gravísimo: miles de enfermos y un número enorme de muertos, en un sistema de salud rebasado, incapaz.
En economía, una profunda recesión, la quiebra de miles de empresas, pérdida de millones de empleos y un aumento dramático de la pobreza en el país. Un escenario negro, tétrico, para el proyecto político de Andrés Manuel LópezObrador.
Por eso, el Presidente se empeñó en aparentar que todo estaba bajo control hasta que ya no fue posible. Continuaba con sus giras saludando y abrazando gente, besando niños, como si no pasara nada. Mientras tanto, Hugo López-Gatell hacía malabares.
Decía que la fuerza de López Obrador es moral y no de contagio, como si se tratara de un ser fuera de este mundo, inmune a las amenazas biológicas contra los terrícolas. Hace apenas una semana, el subsecretario de Salud afirmó que no era necesario aún tomar decisiones radicales. Desde Oaxaca, el Presidenteinvitaba a salir y llevar a comer a la familia.
Días después, el discurso cambió radicalmente ante la contundencia de las evidencias, pero con la resistencia presidencial.
Por eso, AMLO camina en la cuerda floja. Prefirió confiar en su instinto político, en su fortuna, en la Divina Providencia, el Detente, la herencia cultural del pueblo, el trébol de cuatro hojas que le dieron en Tampico y hasta en un billete de dos dólares, antes que en las evidencias científicas y estadísticas.
Ojalá no se equivoque por el bien de México. Ojalá los contagios no se desborden y las muertes no se cuenten por cientos o miles. Ya lo veremos.
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POR ALEJANDRO CACHO
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