La cadena de mentiras con que nuestro gobierno ha enfrentado la pandemia de coronavirus llevó a México a ser el país con la mayor letalidad del mundo por COVID-19. Mentiras a cargo, principalmente, del presidente Andrés Manuel López Obrador y de Hugo López-Gatell, acompañadas de soberbia, negligencia, irresponsabilidad, indolencia y abyección. Todo, con tal de defender al proyecto político y a su líder.
La soberbia afloró primero. El menosprecio a la pandemia más contagiosa y letal del último siglo fue el sello. Hay que abrazarse, no pasa nada, dijo el presidente. Después, invitó a los mexicanos a salir con la familia, a llevarlos a comer a los restaurantes. Ninguna seriedad para atender la pandemia que comenzaba a cobrar miles de vidas en China y Europa. Esas semanas que tuvimos para analizar y anticiparnos, simplemente, se desperdiciaron.
Se trataba de no alarmar, de generar la percepción de que López Obrador podía contra eso y más, y que la 4T nos protegería de cualquier mal. Ningún experto, científico, colaborador o asesor supo, quiso o se atrevió a contradecir al presidente para hacerlo ver la realidad. Incluso, Hugo López-Gatell tuvo la osadía de decir que el coronavirus era menos letal que la influenza. Ignorante y negligente, así de claro.
Se resistían a ver la realidad. Se requería ordenar medidas drásticas, pero prudentes. Seguimos en fase dos, yo les diré cuándo, fue el mensaje ante la urgencia de suspender actividades y mandar a todo mundo a su casa. Comenzó el debate estéril por el uso del cubrebocas. López Obrador fue el primero en desdeñarlo. López-Gatell, su fiel vasallo, lo secundó.