
Desde Tribuna
La Guerra de Medio Oriente para el Mundo
Por Marco A. Mendoza Bustamante
El conflicto entre Israel e Irán es uno de los elementos más complejos y duraderos de la política internacional contemporánea. Esta rivalidad, que combina cuestiones religiosas, políticas y estratégicas, ha influido en la estabilidad de Oriente Próximo y ha involucrado a grandes potencias como Estados Unidos.
La rivalidad entre Israel e Irán no comenzó como un mero antagonismo político, sino que tiene profundas raíces que nos remontan a tiempos previos a la Revolución Islámica de 1979, en los que Irán era uno de los pocos países del Medio Oriente que mantenía relaciones amistosas con Israel.
Durante el mandato del Shah Mohammad Reza Pahlavi, ambos países compartían intereses estratégicos frente a las amenazas comunes de estados árabes hostiles y estaban alineados, en muchos casos, con las prioridades de Estados Unidos en la región.
Sin embargo, la Revolución Islámica transformó completamente el panorama. El régimen liderado por el Ayatolá Jomeiní adoptó una postura ideológica basada en la resistencia contra el “Zionismo” y el imperialismo occidental, marcando a Israel como uno de sus enemigos principales. Desde entonces, Irán ha apoyado a grupos militantes como Hezbollah y Hamas, considerados por Israel como amenazas directas a su seguridad.
Estados Unidos ha desempeñado un papel fundamental en este conflicto, a menudo inclinado hacia el apoyo incondicional a Israel. Desde su fundación en 1948, Israel ha sido uno de los aliados más cercanos de Estados Unidos, que le ha proporcionado ayuda militar, económica y diplomática para garantizar su seguridad en una región hostil. Este respaldo incluyó la defensa de Israel en foros internacionales y el desarrollo de sistemas avanzados de defensa como el “Iron Dome”, un sofisticado sistema de defensa móvil desarrollado para Israel.
Por otro lado, la relación de Estados Unidos con Irán se ha caracterizado por tensiones crecientes tras la Revolución Islámica. La crisis de los rehenes entre 1979 y 1981 marcó un punto de quiebre entre ambos países, y desde entonces, las sanciones económicas y las amenazas de intervención militar han definido la política estadounidense hacia Irán. Esto ha exacerbado la hostilidad iraní hacia Estados Unidos y, por extensión, hacia Israel, considerado por Teherán como un aliado imperialista.
La rivalidad entre Israel e Irán trasciende ideologías y se inscribe en el contexto geopolítico del Medio Oriente. Irán busca establecerse como una potencia regional dominante, extendiendo su influencia a través de aliados en países como Siria, Líbano e Irak. Israel, por su parte, se percibe como un bastión de estabilidad en una región marcada por conflictos y busca evitar cualquier amenaza que desestabilice su posición.
El programa nuclear iraní ha sido uno de los puntos de mayor fricción. Israel considera que un Irán con capacidad nuclear representa una amenaza existencial, mientras que Irán lo ve como una garantía de disuasión frente a posibles ataques israelíes o estadounidenses. Este desacuerdo ha llevado a tensiones extremas, incluidos intercambios de ataques directos y operaciones encubiertas.
El conflicto no tiene una solución sencilla pero sus consecuencias pueden ser devastadoras no solo para la región sino para el mundo entero pues hay quienes consideran que podría considerarse como la antesala de una Tercera Guerra Mundial. Se trata de un grave conflicto internacional arraigado en una mezcla de historia, ideología y competencia estratégica, todo ello exacerbado por el papel de las grandes potencias como Estados Unidos.
Con el paso de los años, esta rivalidad ha evolucionado y se ha convertido en un desafío global, con implicaciones que van más allá del Medio Oriente.
Para la comunidad internacional, entender este conflicto es esencial para abordar las tensiones en la región. Aunque la paz puede parecer inalcanzable, un compromiso firme hacia el diálogo y la diplomacia podría ofrecer una vía para reducir la hostilidad y promover una mayor estabilidad regional.