Hola Paisano

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Infancia migrante, juzgados como adultos, abandonados como huérfanos

Ciudad de México, 6 Octubre 2025.- Hay que hablar de esto… La infancia migrante mexicana en Estados Unidos enfrenta una de las formas más crueles de violencia institucional: ser sometida a un juicio sin voz, sin defensa, sin un adulto que pueda representarla ante una corte migratoria.

Hoy, miles de niñas y niños se sientan solos frente a un juez, en un idioma que no comprenden, con expedientes que desconocen y con un futuro que el Estado decide sin darles siquiera la posibilidad de explicarse.

La cifra es alarmante: organizaciones civiles estiman que más del 50% de menores en proceso migratorio no tienen acceso a representación legal.

Kids in Need of Defense (KIND), una Organización binacional (EU–México) que ofrece representación legal gratuita a niños migrantes no acompañados en procesos migratorios ha venido documentando esto, que desafortunadamente es una realidad hoy día.

Y es que las escenas resultan inaceptables: niños de ocho, nueve o diez años obligados a responder preguntas legales sobre asilo, deportación o detención, como si fueran abogados en miniatura. El sistema migratorio estadounidense no solo los criminaliza, también los infantiliza al punto de negarles un derecho básico: el acceso a la justicia.

México guarda un silencio cómplice.

Mientras presume remesas como signo de fortaleza económica, se desentiende de los hijos de quienes las envían. La red consular mexicana se limita a llenar formularios y entregar folletos, sin garantizar abogados, traductores ni apoyo real a los menores.

La paradoja es muy cruda. El mismo país que celebra los miles de millones de dólares que llegan desde el norte, es incapaz de proteger a los niños migrantes que hoy son tratados como mercancía descartable en cortes migratorias.

Este abandono es más que una omisión, es un crimen político y moral. Niños sin abogado son niños sin derechos. Y un país que tolera este atropello, ya sea desde Washington o desde la Ciudad de México, es un país que ha renunciado a la dignidad de su gente.

La niñez migrante no debería ser campo de batalla política ni botín electoral. Debería ser, por encima de todo, la prueba de nuestra humanidad. Si México y Estados Unidos siguen negándoles justicia, lo que se erosiona no es solo la vida de esos niños, sino la legitimidad de dos Estados que prefieren las estadísticas a las personas.

ABRAZO FUERTE

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