Hola Paisano

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El retorno de la cacería migrante

Ciudad de México, 12 Junio 2025.- En medio del miedo, emerge la resistencia. En ciudades como Los Ángeles, la historia migrante está escrita en los muros y las calles se llenaron de cuerpos que no se rinden. La comunidad hispana ha salido a protestar, aun a riesgo de ser arrestada, demostrando que la identidad no se borra por decreto ni la dignidad se doblega con redadas.

Sin embargo, lo que vemos hoy no es sólo una política agresiva, sino una estrategia electoral: Trump ha prometido un millón de deportaciones, pero los números aún no le cuadran. Por eso la ofensiva se intensifica, porque necesita resultados para alimentar su narrativa de fuerza. “Quiere mostrarse firme, pero no le alcanza”.

Lo más alarmante no son sólo las cifras o las leyes reactivadas, sino la normalización del terror. Una encuesta del Pew Research Center revela que un 66% de la población estadounidense apoya arrestos incluso durante protestas pacíficas, y un 63% respalda redadas dentro de viviendas privadas. Cuando la mayoría de una sociedad justifica la violencia institucional contra una minoría, ya no estamos hablando sólo de política migratoria: hablamos de legitimación del autoritarismo.

El caso de nuestros paisanos en EU es especialmente revelador. Con más de seis millones de personas en situación irregular, son el blanco. El enemigo, esta vez, es la mera existencia indocumentada. familias mexicanas encabezan las listas de detenciones y deportaciones.Le siguen las venezolanas y hondureñas, pero el enfoque parece selectivo y racializado.

“Nos están cazando como si fuéramos plaga”, dijo un activista en la Placita Olvera, y no exagera: en algunos estados, los agentes de ICE han irrumpido incluso en graduaciones escolares. La criminalización ha rebasado cualquier umbral moral.

Lo que en décadas anteriores fueron redadas en fábricas o inspecciones en campos agrícolas, hoy se ha transformado en una cacería abierta contra familias migrantes en espacios que deberían estar exentos de violencia estatal: escuelas, hospitales, iglesias, ceremonias infantiles. Estados Unidos ha intensificado su ofensiva migratoria a niveles que rozan el autoritarismo: los números crecen, el miedo se expande, y el mensaje del gobierno de Donald Trump es cada vez más claro —la exclusión se vuelve política de Estado.

Desde el retorno de Trump a la Casa Blanca en enero, su administración no ha disimulado su agenda de purga migratoria. Con la reactivación de la Ley de Enemigos Extranjeros de 1798 —una reliquia legal del siglo XVIII, diseñada en contextos de guerra— se abre la puerta a la deportación sumaria, sin juicio ni defensa.

Bajo este marco, cientos de personas han sido expulsadas del país sin tener siquiera acceso a un abogado. El procedimiento recuerda más a una limpieza étnica silenciosa que a una política migratoria moderna.

Pero revisemos estos datos: Entre enero y abril de 2025, la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) detuvo a más de 168 mil núcleos familiares; 6,587 de ellos eran mexicanos.

No se trata sólo de una estadística, sino de un patrón de persecución que se ensaña con el rostro de la pobreza, el color de la piel y la condición jurídica. El discurso oficial insiste en repetir que “los criminales no son bienvenidos”, pero la maquinaria migratoria ya no distingue entre un delincuente y un niño con mochila.

Debemos denunciar el uso del aparato estatal como herramienta de persecución. Estados Unidos está vulnerando no sólo derechos humanos, sino los principios básicos del derecho internacional, debido proceso, presunción de inocencia, protección de menores, asilo y refugio. La reactivación de leyes obsoletas para legitimar expulsiones sumarias recuerda peligrosamente a épocas en que la ley servía para castigar la disidencia y silenciar al diferente.

Hoy, más que nunca, es urgente reconfigurar el debate. La migración no es una amenaza: es el resultado de desigualdades estructurales globales, muchas de las cuales tienen origen en decisiones de los mismos países que ahora persiguen migrantes. La política migratoria de Trump no busca regular flujos ni garantizar seguridad. Busca desaparecer, literalmente, a quienes no encajan en su visión de nación.

La consigna está sobre la mesa: si eres migrante y pobre, no tienes derecho a existir. Y frente a eso, el silencio no es una opción.

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