Hola Paisano

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Un reembolso no basta

Ciudad de México, 8 Julio 2025.- Perdonen, pero lo tengo que decir…, Al menos desde mi óptica, el anuncio de la presidenta Claudia Sheinbaum de reembolsar el 1 % a los migrantes mexicanos afectados por el nuevo impuesto estadounidense parece, a primera vista, un gesto de respaldo. Pero si se analiza con rigor, es una respuesta tibia, limitada y, en el fondo, una señal preocupante de la incapacidad del Estado mexicano para enfrentar con fuerza las políticas abiertamente hostiles del gobierno de Donald Trump.
El problema no se resuelve con un simple reembolso condicionado. La medida impuesta por Estados Unidos no es un tema de pesos y centavos, es un acto de criminalización financiera contra los migrantes. Lo que está en juego es la dignidad, la seguridad y el derecho de los mexicanos a enviar dinero a sus familias sin ser perseguidos ni gravados por ello. Responder con un “te devuelvo el 1 % si usas mi plataforma” es, en el mejor de los casos, una estrategia insuficiente; en el peor, una forma de lucrar políticamente con la adversidad de nuestra diáspora.
El gobierno mexicano debería estar exigiendo con contundencia la derogación inmediata de este impuesto discriminatorio a través de canales diplomáticos formales, de organismos internacionales y de presión bilateral. Debería, además, fortalecer los consulados, ofrecer asesoría legal masiva y denunciar activamente esta medida como lo que es: una violación a los derechos de los migrantes y un ataque económico contra las familias mexicanas.
En lugar de eso, la administración Sheinbaum se limita a proponer un parche administrativo que, de paso, funciona como un mecanismo para canalizar más remesas por la Financiera del Bienestar, una institución del propio gobierno. Es decir, se está capitalizando políticamente un agravio, en vez de confrontarlo con la fuerza que amerita.
El mensaje que envía el gobierno mexicano con esta tibia respuesta es para la reflexión: acepta tácitamente la imposición de condiciones unilaterales por parte de Estados Unidos, siempre y cuando se puedan amortiguar con programas propios. Pero el problema no es solo el costo financiero, es la narrativa de fondo: esa que insiste en presentar al migrante como sospechoso, como evasor, como sujeto que debe ser vigilado y castigado fiscalmente.
México necesita mucho más que una devolución parcial. Necesita valentía diplomática, protección real y una estrategia integral de defensa de sus migrantes. Si el Estado mexicano no los defiende con firmeza ahora, ¿cuándo lo hará? ¿Cuántos agravios más está dispuesto a tolerar?
La tibieza no es neutralidad. Es complicidad disfrazada de pragmatismo, y una carga fuerte de populismo.
Remesas bajo amenaza
Vale señalar qe la historia de México está profundamente entrelazada con la de sus paisanos en EU. Son ellos quienes, obligados por la falta de oportunidades, se marcharon para sostener, con su trabajo incansable, la economía de un país que nunca les ofreció condiciones para prosperar. Las remesas que envían no son simples transacciones financieras: son gestos de amor, sacrificio y resistencia. Son, también, el salvavidas de millones de familias mexicanas.
Pero hoy, ese salvavidas está bajo presión. En mayo de 2025, las remesas enviadas a México registraron una preocupante caída del 4.6 % en comparación con el mismo mes del año anterior, alcanzando los 5,360 millones de dólares. Este descenso no es un hecho aislado ni un vaivén técnico: es el reflejo de un entorno hostil para los migrantes, marcado por la incertidumbre jurídica, el miedo a las deportaciones masivas y la creciente precariedad laboral en Estados Unidos.
Cada dólar que deja de llegar se traduce, en tierra mexicana, en menos alimentos, menos medicinas, menos educación, menos futuro. En zonas rurales y en los cinturones de pobreza de las ciudades, las remesas no son un complemento: son la base para sobrevivir.
El escenario empeora ante la reciente aprobación, en el Senado estadounidense, de un impuesto del 1 % sobre las remesas enviadas en efectivo. Este tipo de medidas no solo son económicamente regresivas, son éticamente inaceptables. Gravar las remesas es criminalizar la migración desde otro ángulo: es convertir a los migrantes en sujetos sospechosos, imponerles costos adicionales por el simple hecho de enviar recursos a sus hogares y perpetuar una narrativa de exclusión y castigo.
El problema no es solo la caída de las remesas. Es la fragilidad estructural de un país que ha basado parte de su estabilidad macroeconómica en el esfuerzo del migrante, sin ofrecerle la más mínima garantía a cambio. Es inmoral que México descanse sobre la espalda de su diáspora y, al mismo tiempo, mantenga instituciones migratorias débiles, consulados insuficientes y rutas de retorno plagadas de abusos.
Hoy, más que nunca, toca defender a nuestros paisanos con algo más que discursos de ocasión. Es urgente establecer mecanismos sólidos de protección, combatir las políticas fiscales punitivas en el extranjero, blindar los canales de envío y construir, desde el Estado mexicano, una verdadera estrategia de respaldo integral.
Cada dólar que cruza la frontera cuenta una historia de esfuerzo, de separación, de esperanza. Proteger ese esfuerzo es una deuda que México no puede seguir posponiendo.

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ABRAZO FUERTE

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