
Hola Paisano “La Huella de la separación”
Por Daniel Lee Vargas
Ciudad de México, 6 de abril 2025.- Hay algo profundamente humano en el lazo familiar, algo que trasciende fronteras, que desafía políticas y leyes. Pero hoy, ese lazo se ve roto, desgarrado por una política de odio y miedo, que ha puesto a miles de familias migrantes a la merced de la crueldad de un sistema que parece haber olvidado lo más esencial: que somos seres humanos, con historias, con sueños y esperanzas.
Desde que la administración de Donald Trump intensificó su ofensiva contra los inmigrantes, miles de niños, madres y padres han sido arrancados de sus hogares, de sus brazos, de sus vidas. Son historias de separación, de angustia, de noches sin poder dormir, sin poder escuchar la voz del ser querido que alguna vez fue un refugio en la tormenta. Las imágenes son devastadoras: niños con los ojos llenos de incertidumbre, padres desbordados por el dolor de no saber si volverán a abrazar a sus hijos. Y todo esto, con la firma de una política que se ha jactado de dividir, de borrar de un trazo de pluma los lazos más sagrados entre los seres humanos.
Pero más allá de las políticas y los números, de los discursos que se venden como soluciones, hay vidas rotas. Hay un padre que no pudo dar el último beso a su hija antes de ser deportado. Hay una madre que no sabe si su hijo está bien, si aún guarda en su memoria el aroma de su abrazo. ¿Qué justicia hay en eso? ¿Qué humanidad queda cuando la política se convierte en un muro impenetrable entre lo que es y lo que podría haber sido?
Las familias migrantes son mucho más que “estadísticas” o “casos”. Son historias de amor y sacrificio, de lucha y esperanza. Son vidas que cruzan continentes en busca de un futuro mejor, de un respiro. Pero, en lugar de encontrar un refugio, se encuentran con un sistema que los ve como una amenaza, como una carga. Y así, en el nombre de la seguridad, se destruye lo más precioso que una persona puede tener: la familia.
Sin embargo, la resiliencia de estas familias es un testimonio de la fuerza humana. Aunque el gobierno de Trump haya intentado dividirlas, el amor no se puede partir con una orden ejecutiva. Las madres siguen esperando, los padres siguen luchando por sus hijos. En su dolor hay una determinación que desafía las fronteras, que desafía el miedo. Porque el amor familiar es más fuerte que cualquier política, más resistente que cualquier muro.
Hoy, no podemos mirar hacia otro lado. No podemos permitir que la indiferencia se convierta en nuestra respuesta ante el sufrimiento de los más vulnerables. Es hora de alzar la voz por todas esas familias separadas, por todos esos niños que merecen crecer con la protección de sus padres, por todos esos hombres y mujeres que solo buscan una oportunidad para vivir dignamente.
La lucha por la reunificación familiar es una lucha por la humanidad. Es un recordatorio de que nuestras fronteras no son solo líneas en un mapa; son líneas que definen el futuro de quienes tenemos cerca, de quienes alguna vez fueron nuestros amigos, nuestros hermanos, nuestros vecinos. Nadie debe vivir sin la certeza de que su familia está a salvo. Nadie debe ser arrancado de lo que más ama.
Las políticas pueden cambiar, las leyes pueden transformarse, pero las historias de amor y familia perduran. Porque el amor no conoce fronteras. Y es en ese amor, en ese vínculo irrompible, donde reside nuestra verdadera fuerza como sociedad.
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