El pasado fin de semana, el Zócalo de la Ciudad de México se convirtió en el epicentro de una movilización histórica protagonizada por la Generación Z. Miles de jóvenes, llenos de energía y convicciones, salieron a las calles para exigir justicia, equidad y libertad en una nación que les ha cerrado puertas y ha ignorado sus preocupaciones. Pero lo que comenzó como una manifestación pacífica, terminó siendo testigo de la intolerancia y represión por parte del gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum.
La marcha, lejos de ser solo una muestra de inconformidad, reflejó la capacidad de organización y resiliencia de una generación que se rehúsa a guardar silencio. Sin embargo, el gobierno respondió con un despliegue policial desmedido, intentando callar estas voces bajo el pretexto de mantener el orden público. Es alarmante ver cómo en pleno siglo XXI, las autoridades recurren a tácticas de intimidación, censura y violencia ante demandas sociales legítimas. ¿Acaso el Estado teme a la opinión crítica de sus jóvenes?
Decenas de fotografías y videos dan cuenta de agresión física, detenciones arbitrarias y uso excesivo de fuerza por parte de la policía. Las imágenes de jóvenes golpeados y perseguidos como el joven que es atacado vilmente mientras ondea la bandera nacional deben llenarnos de vergüenza. El gobierno de Sheinbaum, con su falso discurso de apertura, en realidad mostró su verdadero rostro autoritario donde el diálogo es sustituido por el garrote. ¿Hasta cuándo las expresiones juveniles serán consideradas una amenaza y no una oportunidad para el cambio?
La Generación Z exigió respeto a sus derechos y la posibilidad de participar en la vida pública sin miedo a represalias. No es la primera vez que la juventud se enfrenta a un muro de intolerancia, pero la rapidez con la que las redes sociales difunden los abusos ha generado una conciencia colectiva que trasciende fronteras. Hoy, más que nunca, el gobierno está bajo la lupa, y las acciones de represión solo profundizan el descontento y la polarización social.
La intolerancia y la violencia no son respuestas legítimas ante la inconformidad social; son síntomas de un sistema que se niega a evolucionar. La Generación Z nos demuestra que la sociedad sabe reaccionar ante la intolerancia y la represión y que el gran cambio que México requiere se fragua desde las mentes libres que se atreven a alzar la voz con determinación.

