
Lanza Rusia el mayor bombardeo contra Ucrania desde el inicio de la guerra
Rusia lanzó más de 800 drones kamikaze Shahed y 13 misiles balísticos, en lo que se ha descrito como el ataque aéreo más masivo desde el inicio de la invasión.
El presidente Volodímir Zelenski habló con firmeza, pero también con dolor:
“No hay paz posible mientras sigan cayendo bombas sobre nuestros hijos”, declaró en un mensaje transmitido desde un refugio subterráneo.
En ese momento, no era un líder hablando: era un padre, un hijo, un ucraniano más.
Desde Washington, el presidente Donald Trump reafirmó el compromiso de Estados Unidos con la seguridad de Ucrania, aunque sin anunciar nuevas medidas concretas.
Mientras tanto, en las calles de Kiev, lo que se necesita no son promesas, sino protección. La gente no pide venganza, pide vivir.

En la madrugada del pasado domingo los ucranianos despertaron con un estruendo ensordecedor, pero lo que más dolió fue el silencio que vino después: el silencio de los escombros, de los gritos apagados, de las vidas que se extinguieron sin despedida.
En el distrito de Pechersk, un edificio gubernamental fue reducido a polvo. Pero el golpe más cruel cayó sobre un bloque residencial en el centro de la ciudad.
Allí, entre juguetes rotos y paredes colapsadas, murieron cuatro personas, entre ellas un bebé de ocho meses.
Su madre, con la mirada perdida, sostenía una manta vacía mientras los paramédicos intentaban consolar lo inconsolable.
Veintitrés personas resultaron heridas, muchas de ellas con quemaduras graves y fracturas múltiples y se reportan 10 desaparecidas.
Los vecinos se abrazaban sin palabras. Algunos lloraban, otros simplemente temblaban.
La guerra, que parecía ya parte del paisaje, volvió a recordarnos que cada ataque es una historia rota, una familia menos, un futuro que no será.