
Para Contar
Noroña, Lilly y Andrea
Por Arturo Zárate Vite
Los tres senadores más populares son Gerardo Fernández Noroña, Lilly Téllez y Andrea Chávez, al margen del partido que representan, de sus seguidores y de sus críticos.
Independientemente de lo que se habla a su favor o en contra, de los calificativos y hasta insultos, los tres son los que más llaman la atención de jóvenes y adultos que visitan el Senado.
No hay necesidad de hacer ninguna encuesta para saberlo, sólo hay que sentarse en la zona de galerías y observar a quienes desde las alturas los buscan y quieren escucharlos.
Para la foto del recuerdo, se colocan de espaldas al presídium o mesa directiva con el propósito de que al fondo de la selfi se vea Noroña.
Las senadoras Andrea Chávez y Lilly Téllez han llegado a subir a galerías para saludar a los visitantes, hombres y mujeres. Las y los jóvenes las miran con fascinación y con emoción evidente al tomarse la foto.
Seguramente regresarán a sus respectivos lugares de origen y presumirán con sus compañeros y familiares la fotografía con los personajes más conocidos, en lo positivo y negativo, nadie es perfecto.
¿Por qué este fenómeno mediático? ¿Por qué atraen a jóvenes universitarios y también a los adultos?
Por la fama que cada uno ha conseguido a su manera en medios tradicionales y redes sociales.
Noroña todos los días, incluyendo sábado y domingo, transmite una hora por Facebook y YouTube sus “videocharlas” en las que habla de todo.
Además, es presidente de la mesa directiva del Senado (termina su ciclo en agosto) y como tal modera las sesiones y acapara reflectores para poner orden cuando la oposición eleva el tono de los debates.
Está convertido en cliente de comunicadores y medios tradicionales, que todo le cuestionan.
La senadora Lilly Téllez, como se diría coloquialmente, no ha dejado títere con cabeza, desde la presidenta para bajo. Es tal su rudeza verbal que se han tenido que decretar recesos de sesiones plenarias, para recuperar la normalidad y reanudar los trabajos.
Ha utilizado hasta megáfono para hacerse escuchar y no tiene límite en los descalificativos, para nadie.
La única vez que admitió excederse y se disculpó, aunque lo atribuyó a que “estaba distraída” fue cuando se quedó sentada en su escaño mientras todos y todas las demás senadoras se habían levantado para tributarle un minuto de aplausos al urbanista Roberto Eibenschutz Hartman, recién fallecido.
Por su conducta también ha tenido que aguantar descalificaciones que han incursionado en su salud mental y vida privada.
Andrea Chávez, la senadora más joven, ha sufrido quizás la peor violencia política de género en las redes sociales, raya en el escarnio, sin ningún respeto para su vida personal. Contra toda lógica, los grupos feministas no se han volcado a defenderla.
La senadora se ha centrado en su aspiración de llegar a gobernar su estado Chihuahua, aunque ha tenido que medirse ante la decisión de su partido de evitar actos anticipados con ese propósito.
Cada uno o una tiene sus propios claros y oscuros. Ninguno, ninguna, por lo que se ve, va a replegarse y mucho menos a modificar el estilo de hacer política que les ha dado resultados.
Su presencia mediática es lo que cautiva a jóvenes universitarios y adultos, por eso ese interés de verlos desde galerías y tomarse la foto con ellos si se presenta la oportunidad.
Indiscutiblemente, son los y las famosas del Senado.
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