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Una Historia para Compartir

Saúl Monreal Ávila
Última actualización: 20 octubre, 2025 9:33 am
Saúl Monreal Ávila
Publicado: 20 octubre, 2025
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Todos somos responsables ante el T-MEC

Otra historia que siempre nos va a conectar, es la hermandad de México con Estados Unidos, con nuestros hermanos migrantes y con sus relaciones comerciales e industriales, en los próximos meses, México enfrentará uno de los desafíos económicos y diplomáticos más determinantes de las últimas décadas, la revisión del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), prevista para 2026.

Esta etapa no es un simple trámite técnico ni una formalidad diplomática; es, en realidad, una prueba de madurez nacional. En este contexto, la conducción de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo ha trazado una ruta de firmeza institucional, diálogo estratégico y dignidad soberana, que merece no sólo nuestro respaldo político, sino nuestro acompañamiento activo desde el Poder Legislativo.

Bajo el liderazgo de la presidenta, el T-MEC no se aborda como un expediente comercial aislado, sino como un instrumento de desarrollo nacional. Ella ha dejado claro, con precisión jurídica, que el T-MEC es ley, y, por lo tanto, no está sujeto a voluntarismos ni a presiones unilaterales externas. Esa afirmación no son palabras, es una defensa del Estado de Derecho internacional y una decisión serena, pero firme, de que México acudirá a la mesa de la revisión no en condición de adjunto, sino de socio.

En su reciente comparecencia, el secretario de Economía, Marcelo Ebrard, ha confirmado que el Gobierno de México ha iniciado un proceso ordenado de consultas internas con sectores productivos, entidades federativas, cámaras empresariales y especialistas.

Esta evaluación técnica que acompañamos desde el Senado, no busca reinventar el tratado, sino fortalecer la posición negociadora de nuestro país. La revisión del T-MEC no es una amenaza ni un riesgo inevitable: es una oportunidad para consolidar cadenas de valor, garantizar condiciones laborales dignas y expandir el contenido nacional en la nueva economía norteamericana.

No obstante, tampoco debemos pecar de ingenuidad, la coyuntura política en Estados Unidos, marcada por pulsiones proteccionistas y discursos electorales de corto alcance, podría intentar usar el tratado, de ahí la importancia de mantener una estrategia de Estado, no de gobierno. México no responderá con aranceles ni con exabruptos, sino con argumentos técnicos, estadísticas productivas y, sobre todo, legitimidad moral derivada del cumplimiento pleno de sus obligaciones.

Nosotros afirmamos con convicción que en esta coyuntura no cabe el oportunismo, el T-MEC no es un botín partidista ni un rehén del debate interno, es un cimiento de la estabilidad macroeconómica y del empleo de millones de familias mexicanas. Por eso, la unidad nacional no es una consigna, sino una responsabilidad. Debemos acompañar al Ejecutivo en la construcción de una sola voz soberana, que combine defensa de intereses nacionales con visión de integración estratégica.

Claudia Sheinbaum ha entendido que la defensa del T-MEC no se libra sólo en Washington ni en Ottawa, sino aquí, en cada región productiva, en cada planta exportadora y en cada política pública que impulse innovación y valor agregado, esa es la nueva etapa del tratado, no su renegociación, sino su transformación en palanca de desarrollo interno.

Hoy más que nunca, respaldar a la presidenta no es un gesto político; es un acto de responsabilidad histórica. Porque defender el T-MEC es defender el futuro.

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