¿Viene un nuevo equilibrio para América del Norte?
Las historias, la ubicación , los momentos siempre nos siguen conectando, México es parte de un bloque comercial que en estos últimos días experimenta modificaciones, el escenario geoeconómico de América del Norte ha entrado en una nueva fase, las recientes declaraciones del primer ministro de Canadá, Mark Carney, y la respuesta inmediata del presidente Donald Trump marcan un punto de inflexión en la estabilidad del bloque comercial que sustenta al Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC); la ruptura temporal de las negociaciones bilaterales anunciada por Washington y la estrategia canadiense de diversificación de mercados no son episodios aislados, sino síntomas de una reconfiguración más amplia del comercio continental.
Carney ha expresado con claridad la intención de su gobierno de duplicar las exportaciones hacia regiones fuera del continente americano, en un esfuerzo por disminuir la histórica dependencia del mercado estadounidense, destino de más del 75 % de las ventas canadienses al exterior. La afirmación de que “la integración económica con Estados Unidos ha terminado” no solo tiene un carácter simbólico: es una advertencia de que Ottawa ha comprendido la fragilidad estructural de un modelo excesivamente vinculado a un socio que hoy practica un proteccionismo renovado bajo la consigna de “América First”.
La reacción del presidente Trump, al elevar los aranceles a productos canadienses y dar por concluidas las conversaciones comerciales, refleja la consolidación de una postura unilateral que usa a la economía como un instrumento de presión diplomático. Detrás de la retórica se oculta un mensaje de alcance hemisférico, donde la negociación se ha vuelto más riesgosa para lograr acuerdos que beneficien a los dos participantes, no solo a uno.
Para México, como tercera parte del T-MEC, este distanciamiento entre nuestros dos principales socios comerciales plantea riesgos, pero también oportunidades estratégicas. En el corto plazo, la tensión arancelaria puede generar distorsiones en las cadenas de suministro integradas de América del Norte, especialmente en sectores como el automotriz, el acero y los productos agroindustriales. Si el enfrentamiento comercial escala, México podría verse afectado indirectamente por el encarecimiento de insumos o por la relocalización de inversiones que busquen evitar los costos de las disputas bilaterales.
No obstante, también se abre un área de oportunidad, México puede consolidarse como el socio confiable y estable del bloque, aprovechando su posición geográfica, su red de tratados internacionales y su política de apertura responsable, la diplomacia económica mexicana debe actuar con visión de Estado para ofrecer certidumbre a los capitales y fortalecer su papel como puente entre América del Norte y los mercados globales.
En este contexto, el reto para nuestro país no es menor, requiere una política industrial moderna, que fomente la innovación, el valor agregado nacional y la diversificación de exportaciones, a fin de reducir nuestra propia vulnerabilidad ante los vaivenes del proteccionismo.
Los estados con potencial minero, agroalimentario y energético, pueden insertarse en esta nueva etapa mediante políticas de integración regional que amplíen su participación en las cadenas productivas del T-MEC.
El quiebre diplomático entre Canadá y Estados Unidos nos recuerda que la interdependencia no garantiza estabilidad, y que solo una política exterior inteligente, acompañada de una estrategia económica de largo plazo, permitirá que México transite este momento de turbulencia con fortaleza y visión soberana. América del Norte está cambiando; lo esencial es que México no quede a la deriva, sino que se erija como un eje de equilibrio en esta nueva configuración continental.

