En el marco de la presentación del ‘Plan Michoacán’ que busca brindar mayor seguridad en el país, en Sinaloa se dio uno de los fines de semana más violentos con muertos durante dos días.
Hasta el momento, con datos recopilados por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, se registraron, al menos 29 personas fallecidas desde el pasado viernes 7 hasta el pasado domingo 9 de noviembre.
Fallecieron 29 personas durante el fin de semana
De acuerdo con las cifras, el pasado viernes 7 de noviembre, se registraron 11 personas fallecidas, mientras que el sábado 8; 10 personas murieron y el domingo 9 se registraron 9 personas fallecidas.
Aunque se desconocen los móviles de cada uno de los asesinatos, Sinaloa se encuentra bajo una ola de inseguridad desde hace más de un año. Por lo que, los índices de homicidios han tenido variaciones, ya que así como han habido picos también ha tenido bajadas importantes en promedio de fallecidos.
Desde julio 2024 hasta el momento, el estado de Sinaloa atraviesa una fase de violencia extrema y aparente debilitamiento del control estatal frente al poder del crimen organizado. Lo que ocurre puede describirse en gran medida como un secuestro del territorio por parte de estructuras criminales que operan con fuerza de facto.
Al cierre de enero 2025 se encendieron las alertas: delitos como secuestro, desaparición, extorsión y homicidio se dispararon y en algunos indicadores ya se rebasaron los números de todo el 2024.
La percepción ciudadana habla por sí sola: más del 90% de habitantes de la capital se sienten inseguros. Muchos prefieren pagar extorsiones “para evitar problemas”. Otros ya consideran normal que las gasolineras cierren temprano si “hay movimiento”.
La violencia no sólo se mide en balas, sino en el miedo invisible de vivir bajo un control que no se ve en leyes, sino en silencios.

¿Qué pasó en Sinaloa?
A partir de julio de 2024 varios analistas empezaron a advertir que se venía una “guerra interna”. Los reacomodos dentro del Cártel de Sinaloa detonaron choques entre dos bloques criminales: los grupos vinculados a “Los Chapitos” y los grupos vinculados a la vieja guardia de su organización rival interna. Esa disputa dejó muertos, desplazamientos y zonas enteras bajo dominio criminal.
Los “narcobloqueos” regresaron. Las escuelas suspendieron clases. Negocios cerraron por días. Y la ciudadanía aprendió a moverse según los rumores que corrían por WhatsApp: no salir por ciertas avenidas, no tomar ciertas rutas, no salir de noche.
Lo que pasa en Sinaloa no es sólo violencia narco. Es una crisis de gobernabilidad. El crimen organizado —con rutas, dinero, armas y control social— está ejerciendo funciones de Estado en algunos territorios.
Y esa es la verdadera radiografía del secuestro: cuando la población ya no percibe que la ley la protege, sino que la ley se rinde o negocia.

