La crisis y los tecnócratas del populismo

México no marcha bien, la economía no crece lo necesario, la inflación no cede lo suficiente y, ante un entorno internacional complicado, no ayuda la mermada capacidad competitiva del país. Por si fuera poco, el gobierno tiene serias dificultades financieras, no hay margen de maniobra y una serie de compromisos lo tienen atrapado.

Los tecnócratas del populismo recurrirán a una receta con cuatro amargos paliativos: más impuestos, persecución de contribuyentes, deuda y recortes presupuestales. Las leyes impositivas que concluyeron el trámite legislativo en el Senado confirman los tres primeros y todo indica que esta semana se concretarán los tijeretazos en materia de egresos. El año próximo habrá menos dinero para salud, cultura, seguridad, campo, justicia, municipios y entidades federativas.

El Congreso ha renunciado a su capacidad de representar a los mexicanos. Para ser exactos, la mayoría artificial se plegó al poder del Ejecutivo y a los caprichos de una visión perversa de la realidad. Como nunca en los tiempos recientes, el poder presidencial manda en las cámaras y solo se vota lo que de allá proviene. Sin cambiar ni una coma, sin debate constructivo y después de entonar el mantra que invoca al expresidente, los otrora combativos políticos que se dicen de izquierda “levantan la mano” para aprobar textos que no conocen y menos entienden.

La llegada de López Obrador a Palacio Nacional y de sus incondicionales a las cámaras canceló la construcción de presupuestos democráticos y federalistas. El presidente morenista decidió utilizar el erario público en obras muy singulares y personales. Sin consultar a expertos ni atender a las críticas, igual canceló un aeropuerto que emprendió un proyecto ferroviario. Él, sin tener nociones de política energética o ingeniería petrolera, decidió construir en un pantano inconexo una refinería que ha triplicado el costo estimado, o un tren que ha requerido, hasta el momento, cuatro veces más recursos que los presupuestados al inicio del proyecto.

Los disparates faraónicos no son lo peor que ha sucedido; Morena decidió destruir políticas públicas en materia de salud y desarrollo económico, y los pésimos resultados son evidentes. Un mal mayor es la sumisión de los legisladores morenistas. Se acabó la dialéctica parlamentaria: a lo propuesto por Hacienda no hay una contrapropuesta que nazca de los legisladores y sea aprobada. Un congresista del oficialismo es incapaz de alzar la voz por sus electores y pedir, en beneficio de ellos, caminos rurales o edificios para universidades.

Falleció Paco Rojas, un buen mexicano; recordé sus enseñanzas y los días en los cuales la versión final del presupuesto se elaboraba en la Cámara y no frente al Zócalo, los tiempos cuando los diputados no mendigaban audiencias a los burócratas. Eran los días en los cuales San Lázaro escuchaba a los electores y atendía las necesidades regionales.

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